“La innovación es el entorno en el que las ideas tienen sexo”, así
lo plantea Mark Stevenson para entender uno de los cambios necesario en las
formas de pensar que deberá acompañar el previsible “fin de la era
industrial” y el alentador comienzo de la “era de la democratización”.
Un cambio de paradigma que como otros similares, nos pondrá incómodos pero nos
brindará un estado superador del mundo en que vivimos. ¿Cómo podemos entonces acomodar
la tarea de extensión para facilitar la “promiscuidad de las ideas” necesaria para
la innovación en la nueva era de la democratización?
Mark Stevenson es un inglés polifacético: escritor, divulgador, cómico
y músico. En su libro “Un optimista tour por el futuro”, después de
hacer un conjunto de apasionantes entrevistas con los mejores científicos del
mundo, y teniendo en cuenta las grandes transformaciones que se están dando por
efecto de la sociedad digital, se declara optimista respecto al futuro. Muestra
cómo los que no han tomado conciencia de estos cambios se están quedando atrás,
al seguir usando los criterios propios de la sociedad industrial que no son
aplicables a esta nueva realidad. Sostiene que como resultado de las nuevas
tecnologías de la información y las comunicaciones, el mundo está más conectado
y las cosas cambian rápido.
El poder de la información se está mudando. Al estar el acceso a la
información más generalizado, el poder se ha delegado, y la jerarquización de
las estructuras está desapareciendo. En su opinión, vivimos el fin de la era industrial y el inicio de la
democratización. En la industrialización
existían instituciones que decían qué hacer y pensar. Ahora, el destino hacia
dónde nos dirigimos depende de nuestras propias decisiones colectivas. Hay un
cambio de paradigma.
¿Y cómo podemos desde la práctica de la extensión alinearnos al nuevo
paradigma para propiciar las innovaciones? ¿Cómo podemos facilitar “encuentros”
para las ideas? Una tarea a primera vista simple pero delicada que logra
encuentros y propicia los cambios es la “facilitación”. La tarea de un
buen facilitador permite conectar, enlazar, acompañar las ideas que se
requieren para lograr innovaciones en los trabajos grupales o colectivos. ¿Pero
de que se trata más puntualmente esta tarea? El Instituto Internacional de
Facilitación y Cambio IIFAC nos propone tres dimensiones a tener en cuenta para
los que ejercen funciones de facilitación. Cuando trabajamos con grupos, el
facilitador es a la vez ARQUITECTO, PILOTO y GUÍA.
Échale un "clik" al vídeo ¿Qué es lo que hacen los facilitadores, realmente?
El facilitador como ARQUITECTO: en la etapa de planificación de la
acción grupal, reúne información y ayuda a definir el propósito, los resultados
esperables de la facilitación, diseña agendas firmes pero flexibles que ayuden
al grupo. El facilitador como PILOTO: acompaña al grupo, verificando requisitos
y necesidades, asignando roles, explicando la agenda acordada y las reglas de
acción para el trabajo conjunto. Bajo este rol también le corresponde recordar a
los participantes hacia dónde se dirige el grupo y mostrarles el mapa para el
destino, y por qué no, ser capaz de modificar el recorrido en función del ánimo
del grupo. El facilitador como GUÍA aquí su función es ayudar al grupo a
atravesar momentos de pánico, dudas o desacuerdos, otorgando confianza al grupo
para afrontar los desafíos y tomar buenas decisiones.
La facilitación no es necesariamente un trabajo fácil, pero nunca es
aburrido. Al valernos de las capacidades necesarias para una buena facilitación,
se propician los espacios para el encuentro de las ideas y con ellas se abren los
caminos para lograr innovaciones sustentables. Una mente abierta, la confianza
en los procesos y en las capacidades del grupo y un poco de práctica, nos
permitirán mantenernos en pie para lograrlo.
Fuentes: IIFAC Instituto Internacional de Facilitación y Cambio http://www.iifac.org
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