Por Adrián Gargicevich
Dice el proverbio popular “nada nuevo bajo
el sol, sólo cambian las sombras que se proyectan a lo largo del día”.
Mirar sólo el objeto para predecir las sombras que generará, nos puede llevar a
confusiones. Muchas veces, la simplificación en el debate sobre la efectividad
de nuestra tarea como extensionistas corre el mismo riesgo, forzamos la mirada
en los objetos, predecimos las formas que tomarán sus proyecciones y perdemos
de vista a los sujetos que la generan.
Pero a la luz del sol, las cosas siguen
siendo las mismas, sólo se proyectan diferentes según el momento. Más allá de los
temas, los tiempos y los cambios tecnológicos, el cimiento procedimental en la
tarea de extensión se asienta en las relaciones que construimos entre los
sujetos. La intersubjetividad sigue siendo el elemento basal en la extensión. El
diseño de las acciones de extensión no solamente requiere del conocimiento
técnico del tema que se abordará, sino también de un cuidadoso reconocimiento mutuo
de los interlocutores que estaremos dialogando en el proceso. Nos referimos no
solo a reconocernos según nuestra edad, género, experiencia, intereses,
historia, etc., categorías clásicas que en algunos casos ordenaremos
inconscientemente, sino también a
reconocernos con otras miradas, por ejemplo, desde los diferentes estilos de
aprendizaje que probablemente estén en juego en el intercambio. ¿Alguna vez te
preguntaste cómo aprendes?
En la tarea de extensión se apuesta a la
generación de cambios sostenibles en el tiempo mediante la apropiación de
nuevos aprendizajes.
Nos
enseñan los neurobiólogos, que la tarea de aprender algo resulta más efectiva
si ocurre como producto de una acción intersubjetiva y si se modifica el
entorno de aprendizaje. Si lo que proponemos es que exista mayor comprensión sobre
un tema, que se generen aprendizajes que luego se transformen en conocimientos
que sostengan las decisiones de cambio, debemos volver la mirada sobre los
sujetos que aprenden, sobre sus entornos y sobre cómo es el proceso que genera
“ese” conocimiento.
Al focalizarnos en las peculiaridades del intercambio
que propiciamos, estaremos en mejores condiciones de entender el proceso de
aprendizaje que se pone en juego y así poder potenciarlo. La mayor o menor
fluidez de dicho intercambio, podrá actuar como indicador para nuestra tarea de
facilitador. Debemos poder hacer fluir el aprendizaje, pero para ello será
necesario conocer desde cuál perspectiva cada uno de nosotros aborda el aprendizaje.
Proponemos reconocer a los actores con los que interactuamos como
interlocutores válidos, no para transformarlos, sino para ayudarlos a entender
y cambiar la realidad desde sus propios estilos y formas de concebirla.
Revalorizar la intersubjetividad en la tarea
de extensión, permitirá estimularnos para direccionar nuestras energías: desde los
objetos hacia los sujetos, desde la parte al todo, desde la divulgación de
información a la generación de conocimientos. Ayudando, y ayudándonos, a hacer
sostenibles los cambios. Capitalizando las ventajas de ser más plásticos en la
búsqueda de opciones metodológicas para la tarea de extensión y disfrutando de
la oportunidad que significa salir de nuestras propias zonas de confort
metodológico. Las mismas que se reconocen cuando las sombras que proyecta
nuestro accionar adquieren formas y tamaños diferentes a los imaginados, tan
sólo por no mirar la intersubjetividad que la genera.
PD: en http://inta.gob.ar/documentos/red-er-no2/
páginas 29-35, encontrarás un procedimiento práctico para reconocer estilos de
aprendizaje.
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