En la era de la interconexión, el desafío más difícil para cualquiera proyecto participativo es profundizar y ampliar la cultura colaborativa. Para lograrlo no solo debemos estar dispuestos a propiciar el incentivo grupal por sobre el individual, sino también ser capaces de identificar y derribar aquellas barreras que la obstaculizan. Las 4 “D” que pueden hacer la diferencia son: la distancia, la dominancia, la disonancia y el disgusto. Aquí van algunas pistas para descubrirlas, saltarlas y facilitar el trabajo colaborativo.
4 barreras para la colaboracion https://redextensionrural.blogspot.com/ |
En los proyectos participativos, la tarea de encontrar incentivos
que premien el desempeño del grupo por sobre el individual, requiere de un acompañamiento
adecuado a las circunstancia. Un
liderazgo que sepa superar las limitantes e inspire a los otros a imaginar
nuevas formas de colaborar.
Si bien, como hemos comentado en otro artículo de esta blog,
existen diferentes estilos de liderazgo, la tarea de propiciar el
encuentro para la colaboración, también implica un análisis de las barreras potenciales
que pueden estar conspirando con ella. Los obstáculos a la colaboración pueden
existir en cualquier lugar y momento del proceso, en especial si el proyecto
tiene ya una historia recorrida.
A manera de ayuda para poder identificar las principales barreras
que pueden complicar los procesos colaborativos, abordaremos una descripción de
las 4 “D” que pueden hacer la diferencia. Si las identificas en los procesos
que apoyas, será necesario un esfuerzo para derribarlas. Animo! Siempre es
posible si damos el primer paso: reconocerlas.
Distancia
Cuanto mayor es la distancia entre los integrante del proyecto,
mayor es la posibilidad de una comunicación defectuosa. La distancia no solo
refiere a la dimensión física, también existen distancias intelectuales,
ideológicas, afectivas, sociales, etc. Estar lejos, fuera de la “vista”, fuera
de la “mente”, implicará también la falta de contacto para el intercambio de
ideas que potenciarán el proyecto en común. En un mundo cada día más virtual,
el “cara a cara” aparece como devaluado. Cuando las lógicas virtuales comienzan a
dominar los proyectos, el encuentro se transforma en la opción. Solo allí
podemos identificar las emociones que cimientan estos alejamientos. Si detectamos
estas distancias, entonces: ¿Por qué no pedirles a los actores del proyecto que
imaginen cómo construir un espacio de trabajo para fomentar el encuentro y la
colaboración?
Dominio
Cuando afloran jerarquías en el proyecto, es probable que la
colaboración se debilite. No importa que sean “reales” o “percibidas”, para el
caso da lo mismo. El trato, la afinidad, las relaciones entre los integrantes,
son los indicadores más sensibles para identificar dominancias en las
relaciones entre actores del proyecto. La identificación de estos patrones de
comportamiento diferenciales, asociados a una creencia de dominancia de unos
sobre otros, requiere de una mirada atenta sobre lo que se “aplaude”, lo que se
“recompensa”, lo que se “apoya” y las atenciones que se “dispensan”. Si nuestro
entusiasmo en el proyecto hace que estos comportamientos pasen desapercibidos
en el proceso, habrá que diseñar “alarmas” que los detecten. La observación
participante de un integrante no involucrado en el proyecto puede ser una buena
estrategia para la detección. Alguien que cada tanto, acompañe el proyecto para
detectar estas situaciones.
Disonancia
También conocido como has lo
que yo diga y no lo que yo haga. Las operaciones disonantes son un
reaseguro para minar la colaboración, no importa de quien emanen, en la tarea
colaborativa siempre se requiere coherencia entre el discurso y la acción.
Debemos ser capaces de orientar
la participación. Los intercambios deben ser coordinados, claros y trasparentes. La colaboración no es solo llevarse bien. Significa trabajar juntos
creativamente y colegiadamente hacia objetivos compartidos, incluso bajo
presiones, o con plazos acotados. Una buena estrategia para evitar esta barrera
es organizar periódicamente con los integrantes, rondas de opiniones que
permitan identificar disonancias.
Disgusto
En este caso nos referimos a no-estar-a-gusto, no estar cómodos en
el proceso. El disgusto no solo suele ocurrir en relación con el lugar que le
puede tocar ocupar a los miembros del proyecto. También ocurre por ejemplo
cuando los integrantes no se conocen, profesional o personalmente, cuando no tienen
idea de cómo hacen lo que hacen. En especial en proyectos multitareas, donde
los integrantes no necesariamente tienen trabajos o funciones específica o
excluyentes. Cuanto más sepamos sobre todos los integrantes del proyecto, no
solo como personas sino también sobre las habilidades que tienen, mejores
colaboradores seremos. El encuentro periódico y la retroalimentación directa, son las mejores
herramientas para poner más a gusto a los participantes.
La distancia, el dominio, la disonancia y el disgusto se traducen a
veces en expresiones tales como:
…“no te veo ni te escucho”,
…“estoy en un nivel diferente al tuyo”,
…“tengo diferentes órdenes”,
…“realmente no te conozco ni entiendo lo que haces”.
Si escuchamos estas frases deberíamos estar alertas. Dan cuenta
que la colaboración está enferma.
Fuente consultada: https://www.poynter.org/news/four-barriers-collaboration
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Estimado Adrián, ¿tendras un correo electrónico a donde pueda escribirte?
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