Por Adrián Gargicevich
(Tiempo de lectura 10 minutos)
Los entornos de comunicación que promueven
el desarrollo, no necesariamente ajustan con las estructuras organizacionales
que se construyen para ese fin. Si la comunicación en las organizaciones piramidales
no logra la transformación buscada, no será cuestión de mejorar los canales o formatos de comunicación, sino de
descubrir los integrantes catalizadores de vínculos, y capitalizar sus
capacidades para hacer más fluidos los intercambios en el proceso de desarrollo
que se busca.
https://redextensionrural.blogspot.com/2020/07/una-mirada-estrategica-de-la.html |
Quizás por nuestra formación, o
quizás por mandato, o por nuestra propia historia de vida, tenemos la tendencia
a constituirnos en organizaciones cuando nos proponemos trabajar para el
desarrollo. Ya sean éstas organizaciones formales o informales, las
abrazamos porque prejuiciosamente les atribuimos la eficiencia como capacidad.
Si nos organizamos estaremos en mejores condiciones de lograr nuestros
objetivos. Pero como dicen, el “prejuicio
muchas veces es el disfraz de la ignorancia”. No siempre la organización es
sinónimo de eficiencia. La comunicación suele ser la punta del iceberg que anula
esta hipótesis. ¿Y por qué pasa esto?
Las organizaciones son
estructuras y sistemas que los seres vivos creamos para lograr metas u
objetivos mediante el apoyo mutuo. Su estructura puede ser variable pero, por
alguna razón no siempre cuestionada durante la génesis, tenemos la tendencia a
amarlas con un patrón de relaciones entre sus componentes ordenados en niveles
jerárquicos. Como si esa estructura fuese la forma lógica de hacer más eficaz el
logro de los objetivos comunes de los integrantes. Y también, tal vez, porque
nos permita un mejor
control o supervisión, y una reducción de los niveles de incertidumbre en
la medida que se asciende en una especie de escala jerárquica piramidal. Más
arriba en la estructura, menos gente, menos posibilidades de tener múltiples incertidumbres
al decidir.
Así, las diferentes jerarquías se
constituyen en centros de autoridad de las que emane la comunicación necesaria
para lograr los planes. Y es aquí donde comienza a atarse el “nudo” con la comunicación.
Si nos quedáramos sólo en la dimensión informativa de la comunicación no sería
tan difícil desatar el nudo, pero resulta que hoy sabemos más y mejor sobre que
otras dimensiones (sentidos de análisis) están presentes en la comunicación, y
cuales procesos se activan con ellos (1) Massoni, et al 2013.
Mientras la dimensión informativa aporta a la transferencia, centrando el
proceso en entender cómo opera el dato que se intercambia; la dimensión interaccional aporta al empoderamiento,
al centrar la mirada en la interacción y la participación durante el proceso.
La dimensión ideológica aporta a la
sensibilización al centrar la mirada en las motivaciones que están en juego en
el proceso, aquellas cosas de las que nos damos cuenta, o damos cuenta. Y la dimensión sociocultural, hace centro en
el encuentro, incluye aquellas acciones y sentidos que compartimos con otros y
que ponen en marcha las transformaciones en torno a problemas situados,
conteniendo los procesos de las dimensiones anteriores: la sensibilización, la
información, la participación, además de los propios procesos compartidos con
otros.
Entonces, si solo entendemos la
comunicación desde la dimensión informativa, estaremos en problemas. La
comunicación es un espacio relacional para la transformación mutua, y no un
mero acto de información. Cuando una organización es capaz de descubrir y
accionar la comunicación desde esta idea, su horizonte de transformación se
hace infinito.
Ahora que nos abrimos un poco a
las definiciones de organización y comunicación estamos en mejores condiciones
para entender por qué, muchas veces las estructuras de una organización no
aseguran una adecuada comunicación para catalizar el desarrollo.
Si la organización optó por una
estructura tipo piramidal -con diferentes niveles jerárquicos- como una
estrategia para hacer más “eficiente” su cometido, habrá que reconocer también algunos
de los condicionantes operativos subliminales que vienen asociados. A saber:
a) Los límites de la organización
no serán tan claros ni tan fijos, aunque así los estructuremos. Por ejemplo, los
“muros de las oficinas” de la organización, no necesariamente coincidirán con
los “muros de las experiencias”
de sus miembros.
b) Las estructuras no indicarán
estrictamente el camino que seguirá la información que se eche a rodar, ni los
caminos de los aprendizajes
de sus integrantes, ni los recorridos para la toma de las decisiones, ni las
estrategias de apoyo entre sus miembros.
Por más que nos esforcemos en
pensar que “el circuito” que se establece entre las estructuras es una
“cañería” sin estrechamientos, directa y eficiente, no será así. Porque en los
estamentos o niveles de la organización estamos las personas. Y como tales,
vamos a afectar los “fluidos” que la organización desee hacer circular, ya sea
desde nuestros intereses o nuestras propias capacidades relacionales.
Es por eso que es mejor ver a las
organizaciones como un conjunto de sub-comunidades de personas, ya sea formales
o informales, algunas exclusivamente internas otras transfronterizas a los
límites de la organización, conectadas por intereses y responsabilidades acordadas,
pero con capacidades condicionadas al momento de operar como “un circuito”. Las
organizaciones que tienen jerarquías formales, generalmente prestan poca
atención a las sub-comunidades informales de interés comunes que habitan en su
interior. En estos pequeños “mundos” dentro de otro “mundo”, es donde encontraremos
las herramientas que pueden facilitar los flujos. Allí se encuentra el espacio
y la oportunidad para fomentar las influencias que faciliten los circuitos.
A la búsqueda de los nodos influyentes catalizadores de vínculos.
Cuando nos integramos en una
organización, en nuestro ejemplo para el desarrollo, se desplegarán al menos
dos modos paralelos de compromiso, el primero será el contractual y el segundo
será el social. Nuestro compromiso contractual se llevará a cabo dentro del
sistema formal de la organización, y quedará establecido y codificado (eventualmente)
en nuestro contrato de trabajo y respaldado por un marco legal y financiero. El
segundo es un poco diferente: se mantiene dentro de nuestras estructuras
sociales, fluye a través de monedas sociales como la confianza, la gratitud, la
reputación y las creencias, y opera en gran medida más allá del dinero.
El segundo modo de compromiso es
el que, muchas veces de manera
tácita, crea las comunidades informales de intereses que habitan en el interior
de la organización. Genera pequeños “mundos” dentro del “mundo-organización”. Si
somos capaces de reconocer estos modos paralelos del compromiso, se estará en
mejores condiciones de poder identificar
aquellos miembros de la organización que tienen la capacidad de conectar estas comunidades.
Personas que tienen la capacidad de operar en la interfaz. Personas que se
integran con facilidad en vario de las comunidades de la organización. Personas
con alto capital social, tal vez con excelentes habilidades para
gestionar su conocimiento personal, que conservan la información de manera
efectiva. Personas a las que se recurre cuando se quiere descubrir algo
distinto. Nodos influyentes, catalizadores de vínculos.
Cuando la organización pone en
marcha un “fluido” por los canales formales de su estructura (ej.: comunicar
algo), valiéndose de un correo electrónico, una reunión, un cartel, etc., ese
fluido adquiere el carácter de una “aspiración”: que llegue a todos y que todos
lo acepten. Pero si en su diseño no se contempla la relevancia que pueda tener
para los individuos de la organización, su aspiración dependerá de los
circuitos informales que se tejen en las comunidades internas. Como estas
comunidades son mucho más eficientes dado que
cuentan con la ventaja de “dialogar” en los tonos propios de la confianza,
serán capaces de dominar la atribución del resultado.
Por eso será inteligente
identificar y recurrir a los integrantes de la organización que operan como nodos influyentes o catalizadores de
vínculos, para que los “fluidos” que se pongan en marcha, sean potenciados
por estas figuras que tienen la capacidad de conectar las diferentes comunidades
que habitan la organización, sus estructuras formales e informales, e
incluso el interior con el exterior de la misma.
Estos nodos influyentes, con su capacidad para superponer, o transponer
los límites y las vinculaciones jerárquicas, son capaces de manera efectiva de cambiar,
coalicionar o potenciar los “flujos” que la organización intenta circular para
lograr sus objetivos. Facilitan y amplifican la tarea, son capaces de hacer o
deshacer el cambio. Son capaces de codificar y operar los flujos al entender
los intereses, los deseos, las expectativas,
las historias de vida que rodean a los miembros de la organización en los diferentes
sub-mundos que ellos habitan en paralelo. Son capaces de entender y operar con
las cuatro dimensiones de la comunicación: la informativa, la interaccional, la
ideológica y la sociocultural.
Por lo tanto, la capacidad de una
organización estructurada con un patrón de relaciones ordenados en niveles
jerárquicos, tendrá mayor oportunidad de transformar si entiende y acepta que
su gestión implica influir sobre las comunidades informales que habitan en su
interior y acepta y capitaliza el poder de aquellos integrantes que se
constituyen en nodos influyentes o catalizadores de vínculos internos y
externos.
Mientras las organizaciones de la era industrial constituidas por
estructuras jerárquicas pensadas “para el control del hacer” sigan analizando y
negociando internamente la capitalización de los catalizadores de vínculos, las
estructuras
en “red” no gastan esas energías. La
dinámica en una red es opuesta a la de una organización tradicional. Este dato
no es menor a la hora de elegir el
dispositivo que impulse mejor los resultados cuando trabajamos para el
desarrollo. En las redes encontraremos un dispositivo mucho más fluido para
empoderar a los propios actores.
En estos tiempos de conectivismo,
develados y potenciados a una escala masiva como producto de la pandemia por
Covid-19, cada vez queda menos tiempo
para negarse a entender que las personas somos más fluidas en términos
organizativos, que nuestros tiempos productivos no dependen de una firma en una
planilla de presentismo, que pertenecemos a la vez a múltiples organizaciones o
comunidades, que somos potencialmente capaces de amplificar los mensajes
independientemente del lugar que ocupemos en los cronogramas organizacionales,
y que ya convive entre nosotros un modelo social de cambio que usa otras
reglas.
Bibliografía consultada
(1)MEDICIÓN DE PROCESOS
COMUNICACIONALES EN ORGANIZACIONES Y PROYECTOS: LA DIMENSIÓN INFORMATIVA DESDE
LA COMUNICACIÓN ESTRATÉGICA. Sandra Massoni Mariana Mascotti Luciana
Margheriti. En Razón y Palabra núm. 85, diciembre, 2013 ISSN: 1605-4806 Universidad de los
Hemisferios. Ecuador https://www.redalyc.org/pdf/1995/199531506045.pdf
Communication at times of
organisational change: relevance, amplification and community
https://julianstodd.wordpress.com/2013/04/19/communication-at-times-of-organisational-change-relevance-amplification-and-community/Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario