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miércoles, 14 de abril de 2021

DIVERSIDAD vs. AFINIDAD y la fórmula de la inteligencia colectiva para innovar.

 

Por AdriánGargicevich

La inteligencia colectiva necesaria para la innovación, se define por la relación entre la diversidad y la afinidad de los actores participantes. La diversidad nos permite aumentar las opciones y capacidades en el proceso, pero muchas veces se vuelve inmanejable. Si no funciona, entonces recurrimos al a afinidad. Si logramos el equilibrio justo estaremos haciendo más sostenible los esfuerzos por innovar. Aquí encontrarás algunas estrategias y la fórmula para equilibrar estos opuestos que te permitan capitalizar la inteligencia colectiva para la innovación.


https://redextensionrural.blogspot.com/2021/04/diversidad-vs-afinidad-y-la-formula-de.html

Quienes trabajamos para el desarrollo y la innovación recurrimos muchas veces a la diversidad, haciéndola tangible mediante la pluralidad de miradas y capacidades en los diversos actores que convocamos para el proceso. Nos seduce disponer del más amplio bagaje de dichas opciones para que, mediante su aprovechamiento, aumenten nuestras posibilidades de éxito.

Desarrollamos proyectos de manera colectiva para aprovechar las sinergias al capitalizar “lo diferente”. Y tratamos de encajar estas piezas diferentes como en un puzle, identificando los aspectos complementarios que nos otorgue esa imagen que nos sorprenda. Así es como  apostamos a la inteligencia colectiva, porque nos fascinan sus efectos emergentes.

Pero muchas veces no tenemos una medida para saber qué tan amplia deba ser esa diversidad. Porque si nos excedemos, la misma puede transformarse en contraproducente o inmanejable. Por eso, para conseguir el punto medio, a veces de manera inconsciente, apelamos a la afinidad como una estrategia de equilibrio. La afinidad actúa como una “pesa” opuesta a la diversidad en la “balanza de los procesos participativos”. Equilibra el proceso y actúa como un “conector” en las piezas del puzle antes descripto facilitando la viabilidad de lo que buscamos.

La afinidad impulsa al grupo a desear hacer cosas juntos cuando se requiere de la colaboración y se apela a la inteligencia colectiva de manera intencional. Permite que el posible desgaste o tensión que provoca la diversidad pueda ser asumido. Actúa como un complemento de la diversidad, el lado opuesto de la balanza, muy útil al momento de gestionar grupos heterogéneos.

LA FORMULA

Para que la inteligencia colectiva entregue todo su potencial en el proceso de innovación parece adecuado trabajar para lograr una correcta combinación de este par complementario. Si lo logramos el grupo se verá potenciado para conseguir el objetivo.

Tener un propósito, o fin común, es muy importante para catalizar esta mistura. Basada en esta importancia, María Hidalgo de Diseño Social, propone un cociente sencillo pero efectivo para calcular la inteligencia colectiva (IC) en un grupo:

 

                    

Grado de diversidad

  en las inteligencias múltiples de los individuos

I C  = --------------------------------------------------------------------

Grado de diversidad

   entre los objetivos individuales y el del conjunto

 



La inteligencia colectiva tiende a aumentar con un mayor grado en la diversidad de los perfiles de las personas que se suman al proceso, pero disminuye cuando hay demasiada dispersión de expectativas. A mayor diversidad entre los objetivos personales de cada participante en relación con el del conjunto, menor será la inteligencia colectiva.

Se pone así, en el centro de la escena, la importancia que tienen los “intereses” como variable sensible a ser conocida dentro del grupo que se convoca a la innovación. Una medida que no siempre es evaluada en los procesos participativos. El grado correcto de diversidad en parte es fijado por el grado de afinidad, si lo superamos, tendremos dificultades porque los costos para encontrar los acuerdos e incluir la diversidad de deseos y preferencias, superarán los beneficios que otorga la diversidad. Cuando detectemos esta situación recordemos priorizar la viabilidad del proceso por sobre la diversidad.

Como vemos, la fórmula nos obliga entonces a focalizar nuestra tarea de promotores de la innovación, en la búsqueda de herramientas que nos permitan leer y valorar los intereses de los participantes en relación con el objetivo común. Si queremos potenciar la inteligencia colectiva tenemos que medir los términos de la ecuación para decidir cómo fortalecer el grupo.

CÓMO CULTIVAR LA AFINIDAD

Al principio de todo proceso participativo, la afinidad puede presentase como un imposible. Si así es la situación, el impedimento se puede saltar apostando a la organización de pequeños ejercicios de tarea compartidas, que permitan que los participantes se reconozcan en el trabajo conjunto. Por eso, para cultivar la afinidad necesitaremos al menos algunos denominadores comunes y algunas reglas claras compartidas entre los participantes. A modo de “cimientos” de una construcción que variará en cada proceso participativo, dejo aquí al menos 4 elementos iniciales para la obra:

             Un propósito claro o un fin compartido. Esto no ocurrirá si no se construye una definición compartida del problema o situación de innovación para la que se convoca. El tiempo que se invierta en este paso inicial, asegurando la incorporación de todas las visiones, será el mejor capital para la consolidación del grupo de trabajo. Si se nos presentase un escenario de discrepancias en el propósito se restará el impulso y  la diversidad no será provechosa. En tal caso las opciones serán “construir” acuerdos entre las partes discrepantes redefiniéndose el propósito, y si no funciona este esfuerzo de inclusión, deberemos aceptar que la viabilidad del proyecto colectivo implicará una pérdida de la diversidad, excluyendo aquello que no encaja.

             Un diseño de estrategia de comunicación que permita poner en común la diversidad en el lenguaje que habita en los diferentes actores que alentamos a participar. Cada uno de ellos contiene y construye una visión particular sobre el tema convocante. Para que las disonancias en las conversaciones dentro de la diversidad sean viables, será nuestro menester como promotores, encontrar estrategias que faciliten las “traducciones” para el entendimiento.   

             Un límite que contenga el sistema de información y conocimiento que rodea el tema/problema en el que se desea innovar y que nos convoca. Y también, en consecuencia, los acuerdos necesarios para que cuando se activen tareas conjuntas, no se traspase dicho límite  lográndose así que las actividades, los tiempos, los productos y las emociones en juego sean maniobrables, asegurando sensaciones de productividad entre los participantes.  Por ejemplo, para impulsar el cambio a menudo conviene dejar claro en el grupo qué componentes no se desean cambiar dado que esto aporta confianza.

             Un buen “almácigo” para que los participantes puedan cultivar la empatía que potencie el relacionamiento entre ellos. Espacios de encuentros donde se propicie la complicidad afectiva que los impulsará para hacer las cosas juntos.

Seguramente la lista podrá ser más larga. Las peculiaridades del entorno que rodee al proceso será el espacio para buscar otros “cimiento” para la construcción. Recordemos que mientras que la diversidad aporta personas “interesantes”, la afinidad aporta personas realmente “interesadas”. De allí que esta dupla, aunque divergente, nutra las complicidades y la tolerancia que redundaran luego en la eficacia del proceso. 

Para todo ello es que será necesario este conjunto mínimo de denominadores comunes y de reglas de juego compartidas. Un “código” común para razonar y poder discernir lo que todos ven como correcto o como incorrecto.

EL DEBATE DEBE GANARLE SIEMPRE A LA DISCUSIÓN

No digo que el esfuerzo de lograr el equilibrio entre estos dos opuestos sea una tarea fácil, más bien prefiero pensar que no es un imposible. Estar atentos a las formas que adquieren los diálogos entre los participantes, puede ser un buen laboratorio para experimentar estrategias que refuercen la afinidad dentro de la diversidad. Una de las actividades estructurantes en todo proceso de desarrollo, es el intercambio de ideas entre sus participantes. Lograr que dicho intercambio ocurra mediante debates “aditivos”, y no con discusiones “sustractivas”, será nuestra misión como extensionistas. Debemos ser capaces de transformar una discusión en debate. Para esto necesitamos que el intercambio migres desde el control hacia el encuentro reduciendo las tensiones. El siguiente enlace te llevara a otro texto con algunas ideas para no confundir discusión con debate. Allí encontrarás algunas variables que permiten identificar las diferencias, para cuando estés en la tarea de hacer que el debate le gane a las discusiones, mientras buscas el equilibrio entre diversidad y afinidad.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

https://disenosocial.org/blog-with-sidebar/

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