La inteligencia colectiva necesaria para la innovación, se define por la relación entre la diversidad y la afinidad de los actores participantes. La diversidad nos permite aumentar las opciones y capacidades en el proceso, pero muchas veces se vuelve inmanejable. Si no funciona, entonces recurrimos al a afinidad. Si logramos el equilibrio justo estaremos haciendo más sostenible los esfuerzos por innovar. Aquí encontrarás algunas estrategias y la fórmula para equilibrar estos opuestos que te permitan capitalizar la inteligencia colectiva para la innovación.
Quienes trabajamos para el
desarrollo y la innovación
recurrimos muchas veces a la diversidad,
haciéndola tangible mediante la pluralidad de miradas y capacidades en los
diversos actores que convocamos para el proceso. Nos seduce disponer del más
amplio bagaje de dichas opciones para que, mediante su aprovechamiento,
aumenten nuestras posibilidades de éxito.
Desarrollamos proyectos de manera
colectiva para aprovechar las sinergias al capitalizar “lo diferente”. Y tratamos
de encajar estas piezas diferentes como en un puzle, identificando los aspectos
complementarios que nos otorgue esa imagen que nos sorprenda. Así es como apostamos a la inteligencia colectiva, porque
nos fascinan sus efectos emergentes.
Pero muchas veces no tenemos una medida
para saber qué tan amplia deba ser esa diversidad. Porque si nos excedemos, la
misma puede transformarse en contraproducente o inmanejable. Por eso, para
conseguir el punto medio, a veces de manera inconsciente, apelamos a la afinidad como una estrategia de
equilibrio. La afinidad actúa como una “pesa” opuesta a la diversidad en la
“balanza de los procesos participativos”. Equilibra el proceso y actúa como un
“conector” en las piezas del puzle antes descripto facilitando la viabilidad de
lo que buscamos.
La afinidad impulsa al grupo a desear
hacer cosas juntos cuando se requiere de la colaboración
y se apela a la inteligencia colectiva de manera intencional. Permite que el
posible desgaste o tensión que provoca la diversidad pueda ser asumido. Actúa
como un complemento de la diversidad, el lado opuesto de la balanza, muy útil
al momento de gestionar grupos heterogéneos.
LA FORMULA
Para que la inteligencia
colectiva entregue todo su potencial en el proceso de innovación parece
adecuado trabajar para lograr una correcta combinación de este par
complementario. Si lo logramos el grupo se verá potenciado para conseguir el
objetivo.
Tener un propósito, o fin común,
es muy importante para catalizar esta mistura. Basada en esta importancia, María
Hidalgo de Diseño Social,
propone un cociente sencillo pero efectivo para calcular la inteligencia
colectiva (IC) en un grupo:
Grado de diversidad en las inteligencias múltiples de los
individuos I C
= -------------------------------------------------------------------- Grado de diversidad entre los objetivos individuales y el
del conjunto |
La inteligencia colectiva tiende a aumentar con un mayor grado en la diversidad de los perfiles de las personas que se suman al proceso, pero disminuye cuando hay demasiada dispersión de expectativas. A mayor diversidad entre los objetivos personales de cada participante en relación con el del conjunto, menor será la inteligencia colectiva.
Se pone así, en el centro de la
escena, la importancia que tienen los “intereses” como variable sensible a ser
conocida dentro del grupo que se convoca a la innovación. Una medida que no
siempre es evaluada en los
procesos participativos. El grado correcto de diversidad en parte es fijado
por el grado de afinidad, si lo superamos, tendremos dificultades porque los
costos para encontrar los acuerdos e incluir la diversidad de deseos y
preferencias, superarán los beneficios que otorga la diversidad. Cuando detectemos
esta situación recordemos priorizar la viabilidad del proceso por sobre la
diversidad.
Como vemos, la fórmula nos obliga
entonces a focalizar nuestra tarea de promotores de la innovación, en la
búsqueda de herramientas que nos permitan leer y valorar los intereses de los
participantes en relación con el objetivo común. Si queremos potenciar la inteligencia colectiva tenemos que medir los
términos de la ecuación para decidir cómo fortalecer el grupo.
CÓMO CULTIVAR LA AFINIDAD
Al principio de todo proceso
participativo, la afinidad puede presentase como un imposible. Si así es la
situación, el impedimento se puede saltar apostando a la organización de
pequeños ejercicios de tarea compartidas, que permitan que los participantes se
reconozcan en el trabajo conjunto. Por eso, para cultivar la afinidad necesitaremos
al menos algunos denominadores comunes y algunas reglas claras compartidas
entre los participantes. A modo de “cimientos” de una construcción que variará
en cada proceso participativo, dejo aquí al menos 4 elementos iniciales para la
obra:
• Un
propósito claro o un fin compartido. Esto no ocurrirá si no se construye una
definición compartida del problema o situación de innovación para la que se
convoca. El tiempo que se invierta en este paso inicial, asegurando la
incorporación de todas las visiones, será el mejor capital para la
consolidación del grupo de trabajo. Si se nos presentase un escenario de
discrepancias en el propósito se restará el impulso y la diversidad no será provechosa. En tal caso
las opciones serán “construir” acuerdos entre las partes discrepantes
redefiniéndose el propósito, y si no funciona este esfuerzo de inclusión, deberemos
aceptar que la viabilidad del proyecto colectivo implicará una pérdida de la
diversidad, excluyendo aquello que no encaja.
• Un
diseño de estrategia de comunicación
que permita poner en común la diversidad en el lenguaje que habita en los
diferentes actores que alentamos a participar. Cada uno de ellos contiene y
construye una visión particular sobre el tema convocante. Para que las disonancias
en las conversaciones dentro de la diversidad sean viables, será nuestro
menester como promotores, encontrar estrategias que faciliten las
“traducciones” para el entendimiento.
• Un
límite que contenga el sistema de información y conocimiento que rodea el
tema/problema en el que se desea innovar y que nos convoca. Y también, en
consecuencia, los acuerdos necesarios para que cuando se activen tareas conjuntas,
no se traspase dicho límite lográndose
así que las actividades, los tiempos, los productos y las
emociones en juego sean maniobrables, asegurando sensaciones de
productividad entre los participantes. Por
ejemplo, para impulsar el cambio a menudo conviene dejar claro en el grupo qué componentes
no se desean cambiar dado que esto aporta confianza.
• Un
buen “almácigo” para que los participantes puedan cultivar
la empatía que potencie el relacionamiento entre ellos. Espacios de
encuentros donde se propicie la complicidad afectiva que los impulsará para
hacer las cosas juntos.
Seguramente la lista podrá ser
más larga. Las peculiaridades del entorno que rodee al proceso será el espacio
para buscar otros “cimiento” para la construcción. Recordemos que mientras que
la diversidad aporta personas “interesantes”, la afinidad aporta personas realmente
“interesadas”. De allí que esta dupla, aunque divergente, nutra las complicidades
y la
tolerancia que redundaran luego en la eficacia del proceso.
Para todo ello es que será
necesario este conjunto mínimo de denominadores comunes y de reglas de juego
compartidas. Un “código” común para razonar y poder discernir lo que todos ven
como correcto o como incorrecto.
EL DEBATE DEBE GANARLE SIEMPRE A LA DISCUSIÓN
No digo que el esfuerzo de lograr
el equilibrio entre estos dos opuestos sea una tarea fácil, más bien prefiero
pensar que no es un imposible. Estar atentos a las formas que adquieren los
diálogos entre los participantes, puede ser un buen laboratorio para experimentar
estrategias que refuercen la afinidad dentro de la diversidad. Una de las
actividades estructurantes en todo proceso de desarrollo, es el intercambio de
ideas entre sus participantes. Lograr que dicho intercambio ocurra mediante
debates “aditivos”, y no con discusiones “sustractivas”, será nuestra misión como
extensionistas. Debemos ser capaces de transformar una discusión en debate.
Para esto necesitamos que el intercambio migres desde el control hacia el
encuentro reduciendo las tensiones.
El siguiente enlace te llevara a otro texto con algunas ideas para
no confundir discusión con debate. Allí encontrarás algunas variables que
permiten identificar las diferencias, para cuando estés en la tarea de hacer
que el debate le gane a las discusiones, mientras buscas el equilibrio entre
diversidad y afinidad.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
https://disenosocial.org/blog-with-sidebar/
NOTA: Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para
recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes
que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de «suscríbirse” que aparece en la
barra desplegable, acercándote al margen derecho de tu pantalla.
Si quieres contactar al autor escribir a: Adrián Gargicevich
También puedes seguir a Extensión para Extensionistas en:
Facebook: https://www.facebook.com/extensionparaextensionistas/
Twitter: https://twitter.com/RedExtension?lang=es
LinkedIn: https://www.linkedin.com/groups/4771362/
Instagram: https://www.instagram.com/extension_para_extensionistas/
YouTube: https://www.youtube.com/channel/UCae9skGSI8bSunH_SFm_3iA?view_as=subscriber
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
Muy bueno Adrian lo voy a compartir entre los colegas que participamos en el cluster
ResponderEliminarQue bueno que les sea útil! Gracias!
ResponderEliminarMuy buena fórmula para incentivar la innovación
ResponderEliminarGracias Santiago! sigamos en-red-andonos
Eliminarmuy bueno Adrian...
EliminarMuchas gracias María Rosa!
Eliminar