Páginas

jueves, 25 de agosto de 2022

La ley de Metcalfe, un problema para las decisiones consensuadas sostenibles

 Por Adrián Gargicevich

Cuando trabajamos para generar cambios negociados, que sean sostenibles en el tiempo, el número de interacciones entre actores puede jugar en nuestra contra. La cantidad de interlocutores suele ser un problema para que la comunicación sea fluida. ¿Por qué sucede esto? Por algo que se conoce como la Ley de Metcalfe. Equipos más pequeños tienen la ventaja de lograr soluciones sostenibles con mayor efectividad.


https://redextensionrural.blogspot.com/2022/08/la-ley-de-metcalfe-un-problema-para-las.html

Nuestra tarea como promotores de innovaciones desde la asistencia técnica o la extensión muchas veces nos llevan a la búsqueda de la mayor participación, con la intensión de considerar todos los puntos de vista involucrados en el proceso. Pero esa no parece ser la mejor opción si lo que logramos es complicar la comunicación. La explicación la encontramos en la ley de Metcalfe, que, si bien no ha sido comprobada en su totalidad, nos da buenas pistas para repensar nuestras estrategias.

En 1976 el ingeniero Roberto Metcalfe propuso que el valor de una red de telecomunicación aumenta proporcionalmente al cuadrado del número de usuarios del sistema (n2).

Gráficamente la “Ley de Metcalfe” adquiere la siguiente forma.


Como vemos, a medida que se incrementa la cantidad de participantes (puntos) en el enredamiento, la cantidad de posibilidades de vinculación entre ellos se incrementa. A mayor cantidad de conexiones, mayor es la posibilidad de generar una red más amplia para comunicarse con otras personas. Esto que puede ser un “valor” en términos de ampliar vinculaciones se transforma en una “limitante” al momento de los acuerdos cuando se trata de comunicación interpersonal y la toma de decisiones. Un número grande de contactos tal vez no sea la mejor idea para resolver algo de manera rápida. Hoy vivimos en un mundo donde las estructuras laborales jerárquicas tradicionales, ya no responden de manera rápida. En equipos conformados por pocas personas, la información fluye más fácilmente entre los miembros y los objetivos se cumplen mejor.

Estructuras Anidadas

Cuando los grupos son pequeños, el funcionamiento de las relaciones entre los participantes puede ser descripto con términos precisos. Hablamos de confianza, de creencias compartidas, de autenticidad, de conexión, de propósitos compartidos, de empatía, etc. Pero la forma en que nos relacionamos a pequeña escala no suele ser igual a gran escala.

Las diferentes visiones del mundo, las coincidencias, nuestras creencias, el poder, no fluyen fácilmente cuando se incrementan los niveles o el número de contactos. Así las personas solemos ser “felices” en una red de vínculos, pero también podemos encontrarnos “perdidos” en otras; “poderosos” en una red, o “indefensos” en otras más grandes.

Es que cuando comenzamos a considerar esta idea que nos plantea Metcalfe, aparece rápidamente la noción de que vivimos nuestras vidas vinculadas a diferentes estructuras de relacionamientos. Más pequeñas y deseables por el confort que nos brindan, o más grandes e irritantes por sus múltiples aristas. Ambos formatos pivotando en nosotros como eje de vinculación de diferentes estructuras. Somos el punto de articulación de estructuras anidadas.

Si comenzamos a aceptar esta visión, y somos capaces de reconocer el impacto que generan en nuestro modo de estar en vinculación, estaremos en mejores condiciones para tomar decisiones de acción para apoyar procesos de cambio. Podemos quedar separados, o en conflicto, o generar acciones erróneas si nos falta claridad en reconocer como operamos con estas estructuras. Incluso podemos “quedar atrapados” dentro de ellas.

Siempre estamos sumergidos en nuestras relaciones cotidianas. Trabajar para hacer “consciente” estas relaciones nos permitirá entender su génesis (como nacen, como se sostienen) y a partir de allí desarrollar y transformar las dialécticas que se suceden dentro de estas estructuras y entre ellas y las que habitan en nuestro inconsciente. Dicho de otro modo, se trata de comprender la relación entre la estructura social que deseamos abordar y la configuración del mundo interno del sujeto que la aborda (nosotros mismos). Esta relación es la noción de vínculo.

Todo ser humano es un “ser de necesidades” que solo puede satisfacerlas socialmente. Por lo tanto, las relaciones que establecemos con otros nos determinan. Somo sujetos de “relaciones” pero también somos “la resultante” de dichas interacciones entre individuo, grupos y clases.

Aparece entonces el concepto de “grupo” que se constituye en un espacio operacional privilegiado que nos permitirá entender el juego que ocurre entre lo que pasa “dentro” del individuo, y se proyecta, hacia “afuera”, en la construcción de relaciones. Este análisis de las formas de interacción que ocurren en lo que se conoce como “grupo interno” (espacio psico-social) y el “grupo externo” (espacio socio-dinámico), puede ser usado para entender cómo la teoría de Metcalfe sobre las cantidades de vínculos se transforma en un riesgo para lograr decisiones consensuadas sostenibles.


Bibliografia consultada 

https://apuntesgrupales.com/2019/04/15/pichon-y-su-mirada-sobre-la-psicologia-social/


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

2 comentarios:

  1. ¿Sería entonces deseable una organización más pequeña para lo operativo, relacionándose con una red más amplia para nutrirse y validar sus acciones?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola! Esa es una opción muye interesane! Pero si no se puede, será necesario considerar estrategias para trabajar la comunicación cuidadosamente, o relativizar las expectativas sobre los efectos, sabiendo la multiplicidad de contactos que se generarán si son muchos los integrantes. Gracias por el comentario!.

      Eliminar