Por Adrián Gargicevich
El motor del cambio está en
las personas. Se enciende cuando somos capaces de esperar algo mejor. La chispa
la produce la expectativa y no el saber, allí está la punta del ovillo. Si tu
tarea es acompañar innovaciones, será inteligente considerar las expectativas antes
que el conocimiento necesario para el cambio. Pero monitoréalas con frecuencia,
éstas migran muy fácilmente con el andar.
Los que
apuestan al cambio centrados solo en la información y el conocimiento, olvidan
el poder de la mente para lograrlo. Las personas iniciamos los cambios desde el
deseo, y lo hacemos cuando podemos imaginar algo distinto y mejor en la
llegada. Reconociendo la meta imaginaria
que cada uno avizora, encontraremos las bases para ayudar en el recorrido.
Debemos explorar las expectativas antes de concentrarnos en la información o en
el conocimiento para el cambio. ¿Qué se espera lograr? ¿Por qué? ¿Para qué?.
Destinar
suficiente tiempo de nuestra tarea como promotores del cambio para encontrar
las respuestas que la gente tiene para estas preguntas, redundará en una marcha
más segura. Nos permitirá conocer cuál es el camino que se está dispuesto a tomar
y cuál es la meta. También nos permitirá conocer las convicciones y los
argumentos que las sostienen. Con estos elementos estaremos en mejores
condiciones para entender hasta que punto podremos hacer negociaciones y virajes
durante el viaje. Aspecto no menor para no defraudar o perder pasajeros durante
el trayecto.
Pero
como de camino se trata, el paisaje irá cambiando con el avance. Por
ello será prudente también revisar constantemente las perspectivas. A medida
que avancemos, los puntos de partida y de llegada se verán diferentes porque
nos movimos. Este hecho tan obvio no es de menor impacto para las expectativas.
Algo esperable puede ser claro al inicio, pero puede resultar más turbio a los
pocos metros. Pararse cada tanto un rato en el camino para visualizar
nuevamente las expectativas, puede darle más “vidas” al proceso. Como en los
video-juegos es cuestión de capitalizarlas para jugar inteligentemente.
Recuerda
que la bandera de largada la mueve las motivaciones y no el desconocimiento. La
tarea de recolectar o de diseñar la información técnica que produzca el
conocimiento para las decisiones de cambio, deberá ser un paso no solo
posterior y condicionado por los designios de las expectativas, sino también lo
suficientemente flexible para poder ser adaptado durante el trayecto. Mapear
constantemente con los actores los cambios en las expectativas, nos ayudará a revisar
los objetivos y hacer más efectiva la construcción, el uso y la apropiación de
la información que nos acerque a la llegada.
¿No
parece fácil verdad? Se requiere de mucha “cintura” y participación. La buena
noticia es que ésta estrategia es mucho más efectiva y más fluida…como la vida
misma.
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