A
todos nos ha pasado estar buscando algo perdido entre nuestras cosas y de
repente, sin desearlo, encontramos esa “otra cosa” que nos llama más la
atención que lo que buscábamos. Nos sorprende por inesperado pero también por
necesario. En aras del desarrollo sería deseoso también que ocurriera lo mismo.
Si estamos desesperados buscando “el dato” que sustente técnicamente el producto
deseado, deberíamos sorprendernos también por los efectos en la gente durante el
camino.
Entre
tecnicismos y sujetos se cuece la olla del desarrollo. ¿Cuál de los dos ingredientes
te movilizan más en la tarea de extensión? Las leyes de la termodinámica nos
explican que los “equilibrios” son necesarios y a la vez inevitables. Para
lograr el equilibro entre la mirada técnica y la mirada sobre los sujetos se
requiere tener algo de experiencia y algunas alertas tempranas para reorientar
los desvíos.
Es
común que los planes de desarrollo estén condicionados por la urgencia, el
papel que jueguen los técnico y el dato, como “grial sagrado” para el cambio. Un
cuidadoso, rápido y preciso método de diagnóstico que arroje los datos que
orienten acciones de cambio, garantizarán
las posibilidades de éxito. Este enfoque aparece cuando la “cultura del
producto” se impone sobre la de los “procesos”. Si la mirada que predomina es tecnocrática, es probable que nos equivoquemos
aferrándonos al dato como motor para lograr los resultados. Un alerta que se
puede usar para relativizar el valor que le asignemos a los datos como motores
del cambio, es estar atentos a no confundir “producto” con “resultado” en las
acciones de desarrollo.
Los
métodos para conseguir los datos pueden arrastrar fallas de enfoque
interdisciplinario, sesgos de tiempo, espacio, género, clase y otras más.
Incluso un débil reflejo de los discursos que ocurren durente el proceso de búsqueda. Muchas
veces se logran diseccionando la realidad y por lo general mediante una
interpretación estática que destruyen las ricas dinámicas en las que se desarrollan. No
obstante estas limitantes, los datos no perderán su condición de
“indispensables” para que seamos eficientes y efectivos desde la visión técnica.
Para los “cultores del producto” los datos tranquilizan porque logran
“etiquetar” de manera acordada la realidad. Con los datos en la mano, se siente
la sensación de haber acomodado lo que estaba en desorden. Y si todavía no los conseguimos, seguiremos buscándolos…
Así,
de a poco, sin malas intensiones, se va anulando el valor de los sujetos en los
proceso. Es lógico que así ocurra si lo que estamos buscando son fórmulas
generales y tendencias únicas. A cambio estaremos perdiendo la posibilidad de capturar las
ventajas de la diversidad y heterogeneidad que habitan en la sociedad, y que
seguro constituirán las fuentes de energía para
la transformación. Tal vez por eso los proyectos de desarrollo “fallan”. Las sociedades no buscan
el “desarrollo” partiendo del dato como propone este tipo de abordajes que
critico.
Para
mejorar esta situación no se propone el otro extremo. Por el contrario, lograr el equilibrio entre
el “tecnicismo objetivista” y la “subjetividad transformadora” es una opción más
inteligente. Para alcanzarlo, las herramientas y técnicas metodológicas que
usemos deberán ayudarnos a establecer un diálogo abierto con los actores
involucrados evitando los sesgos antes citados. Los técnicos deberemos lograr la
destreza para “encontrar” un equilibrio que nos permita un adecuado nivel de precisión de los datos que
caracterizarán los productos, pero sin opacar la mirada sobre la gente que será la que potencie los resultados. Así, el desarrollo aparecerá como el conjunto de propuesta que
los propios involucrados ejercemos en una región, al margen de las políticas que
intentan direccionarlo…no digo que las políticas no tengan posibilidades de
lograr desarrollo…digo que lo logrará mucho mejor si se basan en lo que está pasando entre
los sujetos, que en los datos que buscamos para describir la realidad. Datos
y realidad que siempre resultarán filtradas por la mirada del observador.
Quizás
el resultado aparezca como eso inesperado pero necesario que encontramos cuando buscábamos el dato. Si no nos damos
cuenta y perdemos esta oportunidad de detectarlo en las “huellas” que vamos dejando,
no tendremos opciones para retomar el camino y para avanzar en los laberintos del
desarrollo.
Los
diagnósticos rápidos y participativos, aplicados en entornos de procesos de
investigación, pero también de acción, nos permiten lograr el nivel óptimo de
ignorancia que alimente los resultados en el camino. Nos permiten el equilibrio
entre el “tecnicismo objetivista” y la “subjetividad transformadora”, sin
perder de vista y descubriendo todo aquello que no buscábamos, pero que transforma.
Porque allí está la riqueza y el sustento de un proceso de desarrollo durable para
una comunidad.
Del
producto al proceso, del objeto al sujeto, de las simplificación a la
diversidad, son los 3 movimientos que debemos tratar de orientar cuando
trabajamos en un proceso de desarrollo. Buscando y dejándonos sorprender por lo inesperado. Como
en la canción de Juan Manuel Serrat “Aquellas pequeñas cosas”…disfrútala para
inspirarte.
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