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lunes, 9 de diciembre de 2019

Las narrativas dominantes pueden fracturar la innovación


Por Adrián Gargicevich

Los acuerdos implican cambios pero también la aceptación de las diferencias. Las narrativas dominantes pueden conspirar con tu tarea haciendo más difícil el diálogo de ideas.  Entender el poder y las restricciones que se esconden en ellas será la clave para lograr que sean los propios narradores los que se animen a fracturarlas. Si nos oponemos directamente a una narrativa dominante, es probable que solo logremos cristalizar la oposición. Descubre 3 opciones para evitar que las narrativas dominantes fracturen tu esfuerzo como extensionista. Las verdaderas narrativas son fluidas y evolutivas, cada voz debe tener su opinión. No somos lo que creemos. Las personas merecemos respeto, las ideas deben ganárselo.

Las narrativas dominantes pueden fracturar la innovación
https://redextensionrural.blogspot.com/2019/12/las-narrativas-dominantes-pueden.html

El término narrativa dominante refiere a las formas que adquieren las “cosas” ante nuestra percepción. Es un conjunto de argumentos que, con su recurrencia, van definiendo los modos en que percibimos la realidad. Cuando dichas narrativas son  socialmente compartidas de manera masiva, se transforman en dominantes en nuestra precepción. Se convierten en “preconcepciones modelizantes” o “cristales” que usamos para ver la realidad. Se plasman en nosotros de tal manera que nos alejan de la posibilidad de aceptar las otras narrativas que también pueden estar “habitando” a la par como otra forma de entender las mismas “cosas”. Un ejemplo clásico de estas narrativas lo encontramos en el papel social que generalmente se asigna a la mujer y al hombre en la sociedad.  

Pero cuando nos damos el permiso de revisar las narrativas dominantes, y comenzamos a escuchar y entender estas “otras” narrativas “no dominantes”, surge en nosotros la sensación de “fractura” o “fracaso”. Aquello que antes nos servía para entender la realidad sin mayores esfuerzos, ahora ya no sirve y nos deja en una situación de conflicto.  A menudo, es la propia organización comunitaria la que hace evolucionar la narrativa, hoy en día con la aparición de redes sociales virtuales el fenómeno de ruptura de narrativas dominante es más frecuente. A veces estas redes se constituyen para subvertir los sistemas de creencias promoviendo la fractura. Podemos observar esta estrategia en los movimientos en defensa del cambio climático, en los que promueven nuevos sistemas de producción alimentaria más amigables con el ambiente, en los que abordan la sexualidad, etc.

La tarea de extensión muchas veces debe operar en ámbitos o temas con fuertes “narrativas dominantes”. Por ejemplo, los procesos de producción y los modelos organizacionales suelen estar fijados como narrativas dominantes difíciles de poner bajo análisis crítico. Cuando abordamos un tema que resulta pesado para cambiar, que implica modificar estructuras, redibujar jerarquías, etc., con la idea de “imponer” una nueva forma de entender y operar en la realidad, con frecuencia nos encontramos con resistencias y fallas. En otro texto de este mismo blog analizamos los 3 tipos de roles que habitan estos tipos de cambios y los riesgos de no conocerlos para evitar  fallas en los procesos de innovación. Si queremos energizar adecuadamente una innovación será crucial identificar quien asume cada rol de promotor, de gestor y de proveedor, y entender como nos relacionamos triangularmente para impulsar los cambios.

A veces puede parecer que nuestro rol como promotores del cambio es el de “describir” la nueva narrativa y todas las opciones de cambio que ella propone, es más, es probable que seas impulsado a realizar esa tarea. Pero nuestro papel crucial no deberá ser ese sino el de ayudar a entender “el poder” y “las restricciones” que se esconden en las narrativas dominantes. Recordemos que como tales operan como pre-comprensiones modelizantes que nos ahorran mucha energía al momento de decidir. Ya vienen “empaquetadas” para ser usadas sin pensar mucho… 

Debemos lograr que sean los propios narradores los que se animen a fracturar las  narrativas dominantes y asomarse a las nuevas, porque si nos oponemos directamente a una narrativa existente es probable que solo logremos una oposición que la cristalice.

Cómo evitar que las narrativas fracturen la tarea de extensión?

La propuesta es una alternativa a la lógica que sostiene las narrativas, en lugar de mediar para acercar posiciones, debemos focalizarnos en las diferencias. Abordar el vínculo desde aquello que le da origen a la separación. Las discrepancias, subliminalmente, también gestan las condiciones y las oportunidades del cambio.

Las evidencias a veces son dejadas de lado a la hora de tomar decisiones o de formarnos una imagen del mundo.  Son necesarias pero no suficientes para fijar creencias. Recordemos que al menos conviven en nosotros 4 métodos para fijar creencias y que el dato o la evidencia que sustenta el método científico (la última forma creada por el hombre para fijar creencias), no necesariamente es la condición indispensable para el cambio. 

Para abordar el vínculo desde aquello que separa las narrativas habrá que habilitar conversaciones. Necesitamos lograr que los que piensan distinto entablen  conversaciones amplias honestas, más profundas. Pero generalmente no nos enseñan a conversar con los que piensan diferentes a nosotros. Estamos acostumbrados a propiciar conversaciones con los que piensan como nosotros, alimentando el “tribalismo” como estrategia de protección social. La “tribu” es un lugar seguro para usar el método crítico, allí nos sentimos más seguros de abrirnos al razonamiento, si nos equivocamos nos corregiremos en confianza sin riesgos de sufrir penalizaciones sociales. Pero la tribu protectora, también acentúa efectos indeseados, por ejemplo las opiniones se vuelven extremas y homogéneas, al punto que suelen convertirse en espacios donde no es necesario pensar.

Por ello, cuando intentamos conversar con quien piensa diferente, aparecen la discusión y la polarización.  Nuestras opiniones dejan de ser provisorias y se convierten en inamovibles, dilemáticas, el diálogo desaparece, el acuerdo es imposible y surgen la agresión y la desconfianza.   

No todas las opiniones nacen de igual forma, pero cuando éstas se transforman en parte de lo que somos, la necesidad de proteger nuestra integridad nos lleva a defender las opiniones que nos contituyen. Cuando esto ocurre no pensamos algo, “somos” ese algo.

Cuando nos callamos y no opinamos en un entorno desconocido, cuando leemos un clima de agresión ante las opiniones diferentes, cuando tenemos temor a una posible penalización social por no coincidir, cuando alguien levanta la voz como señal de diciplinamiento, estamos ante la evidencia de que el vínculo se construirá desde el “ser” y no desde el “opinar”. Entonce abandonamos la conversación en silencio.

La imposibilidad de dialogar hace que el número de voces disminuya y se confunda “silencio” con “asentimiento” creándose una ilusión de consenso. Cualquier otra opinión será disonante, ajena y deberá ser eliminada. Pero si no nos expresamos porque nos sentimos alienados, o expulsados, no estaremos participando de la toma de decisiones.

El problema se transforma entoces en un dilema:
A-    Comparto mis ideas despreciando las otras
B-    Permanezco en silencio

Para escapar de esta encrucijada necesitaremos distinguir lo “que creemos”, de la forma  en “cómo lo creemos”. Desdoblar lo que somos de lo que creemos. Alejarnos de la protección de la “tribu” puede ayudarnos. Superar el modo tribal más allá de lo que pensemos, quizás nos permita encontrar más cosas en común con quienes piensan distinto,  pero quieren conversar, que con los que comparten con nosotros pero son intolerantes.

Si somos capaces de conseguir que un grupo logre reconocer este desdoblamiento reaparecen los matices y las conversaciones se volverán posibles.  Podremos obtener acuerdos a pesar de nuestras diferencias. No se trata de evitar el conflicto, o que los consensos decanten en cualquier lugar.

3 sugerencias que pueden ayudar.

1- Buscar y promover el pluralismo de manera activa. Así el disenso se vuelverá visible y lo podremos “incluir” para lograr el acuerdo.

2- Crear un entorno para poder hablar sin sentir que se nos penaliza socialmente y que nos permita escuchar voces que no nos gusten. Hay que encontrar las mejores maneras para estar en desacuerdo. Conversar no es esperar el turno para hablar, es escuchar activamente para entender al otro (repreguntar ayudará).

3- Separar las ideas de las personas.  Las ideas crecen, se reproducen y mueren a partir de las relaciones entre las personas. Si se tribaliza el encuentro, una idea crítica para la mayoría puede hacer que la persona que la sostiene se sienta amenazada. Ante estas situaciones no podremos mejorar las ideas. Necesitamos debatirlas para que sobrevivan las mejores.

Los acuerdos implican cambios pero también la aceptación de la diferencia. Las verdaderas narrativas son fluidas y evolutivas, y cada voz debe tener su opinión. Las personas merecen respeto, las ideas deben ganárselo.


Bibliografía consultada


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