A nuestro cerebro no le gusta el cambio. Revisar para
adaptar implica modificar comportamientos o estructuras aprendidas. Nuestro
cerebro es un “buen funcionario” que se resiste a que cambien los
procedimientos rutinarios porque implica aprender nuevas reglas, nuevas formas
de controlar, y eso implica un nuevo gasto de energía. Si notas que no logras
promover innovaciones, quizás no sea causa de tu falta de capacidad…estás enfrentando
a un buen burócrata y tienes que aprender a conocerlo para que te trate bien.
Aquí van algunas pequeñas pistas.
Daniel Kahneman en su libro Pensar
rápido, pensar despacio propone como explicación para entender esta
resistencia inicial al cambio, que en nuestro cerebro funcionan dos
sistemas acoplados. Son modelos, no necesariamente existen así, pero nos sirven
para entender cómo funciona nuestro cerebro.
El sistema
1 es el automático, podríamos denominarlo inconsciente. Toma las decisiones
de forma óptima en muy poco tiempo y con poco consumo de energía (recursos).
Por tanto, se encarga de la mayor parte de las acciones que hemos aprendido. Es
un sistema energéticamente barato.
El sistema
2 es el consciente, en éste estamos atentos todo momento en lo que se
hace, dónde fijamos nuestra atención, dónde creemos que es más importante
detenerse a razonar, aquí también tenemos en cuenta más información para tomar
las decisiones. El uso de este sistema tiene un costo, invertimos más energía y
más tiempo en hacerlo.
Cuando algo ocurre en el Sistema 2,
nuestro cerebro trata de procesarlo, capturarlo, comprimirlo, para poder
pasarlo al Sistema 1 lo antes posible. Allí el proceso resultará “más
económico” energéticamente.
Un ejemplo muy gráfico para comprender cómo
funcionan estos dos sistemas en forma acoplada, lo podemos ver en el proceso de
aprender a conducir un automóvil (por cierto en algún momento debe haber sido
una innovación para ti). Comienzas el aprendizaje con el sistema 2 de forma
consciente. Te cuesta sangre, sudor y lágrimas tener en cuenta todo lo que está
en juego cuando manejas: mirar el espejo retrovisor, saber que marcha elegir en
cada momento, acertar el momento para apretar el pedal de embrague, combinarlo
temporalmente con el acelerador, dar la presión adecuada al freno, estar atento
a lo que tienes frente al parabrisas y sin olvidar atender los laterales… hasta
que de tanto ejercitar y ejercitar, el
Sistema 1 aprende y comienza a tomar
el control de los procesos. Seguramente ahora eres capaz de conducir durante
decenas o cientos de kilómetros sin darte cuenta de qué has estado haciendo. Y
si alguien te pregunta cuándo y que hiciste para conducir y llegar, no lo
recuerdas, funcionabas de forma inconsciente con el Sistema 1. Es un sistema
bastante eficiente, pero no perfecto.
La resistencia al cambio
Piensa ahora esta situación. El sistema 1 de las personas con las que
trabajas ya ha logrado aprender los procedimientos, las ceremonias, las
dinámicas, en relación con un área de experiencia que los convoca, y llegas tú
con una nueva idea a proponerles
cambios. Basado en tu experiencia, estudios y lleno de argumentos, dices que se
deben hacer nuevos cambios para lograr hacer mejoras en el tema. Es decir, todo
aquello que se hacía sin pensar ahora tendrá que pasar nuevamente por un
proceso consciente, teniendo nuestro cerebro que sufrir como en la primera vez que aprendieron lo que ahora hacen de
manera automática.
De seguro lo que primero conseguirás es una pequeña rebelión silenciosa en los cerebros de las personas. Silenciosa porque a pesar de que tendrás la oportunidad de contar tus propuestas, no sabrás que opera en la mente de quienes te escuchen. Cómo reaccionará el Sistema 1 de sus cerebros. Probablemente tras esos “muros” se escuche: “no”…”en esta yo paso”… “nunca”… “me quedo con lo seguro”… y comience así un proceso oculto de creación de prejuicios que reduzca las posibilidades de diálogo. Ya lo has vivido...seguro.
La clave para el cambio es el cambio mismo
La clave es que la base del cambio, es el cambio mismo. No importa lo que sea que estés haciendo ahora mismo, llámalo como quieras, lo más seguro es que no seguirá siendo válido dentro de 6 meses o 1 año. La adaptación es la gran condición para la persistencia. Si quieres seguir en el baile tienes que moverte dice el dicho popular. Y si no me crees, revisa algunas de las cosas que tuviste que cambiar en tu vida a partir de la pandemia por Covid-19 en este año 2020.
La clave puede resumirse en NO
APOLTRONARSE. ¿Pero cómo se lo explico a mi cerebro? Aquí van algunas opciones.
Organiza “ceremonias” de incomodidad. Acostumbra
a las personas con las que trabajas a realizar recurrentemente ejercicios de
práctica para poner a los cerebros en situaciones de adaptación. Ejercita el pensamiento crítico como
herramienta para el cambio. Si algo tiene nuestro cerebro a favor es que su
plasticidad le da una capacidad tremenda para adaptarse a cualquier cosa, puede
hacer el cambio con soltura luego que vence este primer freno.
La inercia al cambio no ocurre por falta de voluntad, también operan mecanismos de protección a los sentimientos de decepción o miedo. Es normal que ocurra, pero no deberían ser la regla. Ayuda a imaginar ¿Qué sentirías ante la nueva propuesta? ¿Cómo crees que estarías? ¿Coincide la nueva propuesta con los cambios que buscas? ¿Qué cosas te frenan?
Otra buena opción para el cambio es apelar al conocimiento. Pero no solo con
intercambiar datos e información codificada se logra el cometido. Para cambiar hay
que saber combinar lo que se recibe como información con aquello que yace en lo
tácito: nuestros valores, experiencias y capacidades.
Identifica claramente los principios de reacción frente a la
acción propuesta. ¿Qué es lo que el sistema que pretendemos cambiar está
conservando? A veces la falla de las estrategias de cambio, reside en combatir
ciegamente los procesos de equilibrio, en lugar de tratar de entender aquello
que se pretende conservar. Lograr un cambio permanente, requiere comprender que
los sistemas también están gobernados por el principio de conservación. El
diseño de estrategias de cambio efectivas siempre parte del reconocimiento de
lo que no se cambiará.
Quizás en la nota “RE” del pentagrama encontremos
la metáfora que nos sirva para resumir la estrategia a seguir a la hora de
proponer cambios.
Todo cambio requiere 3 RE:
REconocer la situación
REaccionar en función de ella
REconfigurar los procedimientos
Y por supuesto, si quieres seguir
ayudando a los demás a innovar, no olvides de incluir entre tus objetivos
profesionales, no dejar nunca de adaptarte.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario